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Los cambios que no elegimos

Tal vez este encabezado, sirva para incluir todas las situaciones de perdida a la que estamos expuestos en nuestra vida. Todas, las que no elegimos.

Las personas afectadas por TDAH no solo no estamos exentas, sino que por lo contrario vivimos múltiples perdidas que nos impactan.

Quiero hablar del dolor que estos cambios no deseados y las diferentes perdidas nos generan.

Suele ser frecuente pensar que el duelo solo corresponde al proceso de elaboración del dolor de la muerte de un ser querido.

El universo de la perdida es mucho más enorme que el de la muerte.

A veces es más sencillo el duelo cuando alguien muere, que cuando alguien nos rechaza, nos abandona, o nos ignora.

Porque sabemos que eligieron no estar con nosotros.

Podemos perder un trabajo, o no ser elegidos para un partido, o ver como la persona que nos interesa se enamora de otro/a. Ni contar cuando dejamos olvidado algo preciado, una mochila en el tren, una billetera sobre el techo del auto, un documento en casa que impide embarcar en un vuelo. En la pandemia, Dios que perdimos todos!

Y seguro a esta altura empezaran los juicios.

¿Como comparar mi perdida con estas estupideces?

Les quiero contar que el peor duelo es siempre el propio. Asi que dejen las competencias.

Si tu hijo perdió su juguete favorito, no pretendas minimizar el dolor que siente, porque todos tenemos que aprender y atravesar el proceso del duelo.

Las respuestas a las perdidas no están vinculadas a lo que perdemos, sino a lo que eso significaba para nosotros.

El dolor es directamente proporcional al amor que teníamos por lo que perdimos.

Hace poco en una conversación, donde compartía el dolor que sentía por los cambios bruscos y dolorosos en la vida de algunos de mis hijos, recibí un comentario que deshabilitaba mis emociones. “Nadie se murió” supera esto. Me hizo pensar como muchas veces intentando ayudar a esa persona que sufre decimos cosas tan estúpidas como esta. Dejemos de castigar al otro por nuestras propias perdidas.

Si no sabemos cómo conectar con ese alguien, tal vez mejor llamémonos a silencio, estemos presentes, demos un abrazo eterno, ofrezcamos nuestra disponibilidad para ayudar si podemos con lo que ese otro necesita.

Estar presentes, puede ser lo único que esa persona necesite, aun cuando nos piden quedarse a solas.

Tal vez podemos expresarles que no sabemos realmente el enorme dolor que sienten pero que estamos para ayudar en lo que necesiten.

Tal vez que cuenten con nosotros, que puede no tengamos las palabras para confortarlos pero estamos a una llamada de distancia.

Que lamentamos mucho lo que les pasa.

O compartir el espacio, permitiéndole a ese otro que llore en nuestros brazos.

Emitir juicios comparativos que anulen el dolor del duelo, es un acto innecesario y que tan solo conforta a quien lo emite. Porque a todos nos da miedo el duelo ajeno. Debemos dejar de pensar que tenemos las respuestas de que es lo correcto y que no lo es.

Hace bastante tiempo publique en mi blog los diferentes pasos del duelo, tomados de Elizabeth Kübler Ross, una médica psiquiatra que trabajo mucho el proceso de morir como eje en su carrera. Lo hice aplicando estos diferentes pasos al diagnóstico de TDAH que recibimos cuando somos adultos.

Y ahora quisiera agregarle algo a estos estadios. Porque como saben siempre sigo aprendiendo.

Las etapas en los duelos no pueden nunca seguir un orden lineal o estricto.

Pasamos por la negación, luego por el enojo, pero en vez de ir a la etapa de la culpa, podemos volver a negar lo que sucede. Estamos como perdidos en medio del océano y es exactamente como nos sentimos. No hay emociones incorrectas.

Me invita esto a sentir más libertad al transitar este proceso íntimo, imprescindible y del que ninguno de nosotros puede escapar.

Creo que entiendo cuando alguien busca algún culpable, o vuelve sobre las escenas previas a la perdida buscando evidencias de que error podría haber evitado. Culpa a los padres, los docentes, los psicólogos que ignoraron el problema. Se culpa por no haber visto lo que pasaba.

Ahora entiendo lo importante de reconectarnos con el presente, con la angustia, la depresión que nos genera saber que eso o ese ser que perdimos no volverá a estar con nosotros, que no podremos volver atrás y tal vez ser bailarines de Ballet, después de los 60. Bailar si, en el teatro Colon no.

Y también deberemos habilitar el enojo. Podemos enojarnos con quien nos deja, con quien no logro salvar la vida de quien murió enfermo, o por un accidente, con el gobierno que no permitió llegar a tiempo con ayuda, con ese amigo que consideramos no nos llamó lo suficiente.

Y perdemos un hermoso tiempo buscando culpables, pero el enojo tapa la angustia hasta que estamos listos para aceptar que quienes eramos ya no somos, quien amamos ya no esta con nosotros.

Y aceptarlo es duro.

Solo nos resta saber que las pérdidas son inevitables.

Que los que amamos mueren y seguirán muriendo, o tomando decisiones que los alejen de nosotros. Que perderemos el trabajo, o una materia, un vuelo, una oportunidad que pensamos cambiaria nuestro destino. ¿Cuántas veces perdemos un sueño?

Por más esfuerzo que hagamos, la vida no está diseñada para complacernos.

No nos castiga tampoco, solo es indiferente a lo que esperamos.

Pero los cambios, esos que no deseamos van a seguir sucediendo.

Es difícil transitar el duelo, y llegar a la aceptación, que tampoco implica que estemos agradecidos por haber perdido a ese ser o eso que amábamos.

La aceptación es acerca de la realidad, de que todo sucede, que no les sucede solo a los otros. Aceptar la tristeza sin distraernos, implica un trabajo gigante.

Implica dormirnos y levantarnos sin ganas, ducharnos sabiendo que nuestro cuerpo esta como inerte, salir a pasear el perro, o hacer la comida a nuestros hijos.

Todo mientras cargamos con el dolor que nos atraviesa.

No entiendo cuando alguien intenta buscar lo positivo de algo que sentimos dramático. El drama es dolor para procesar y nada más duro que cruzar ese desierto. Pero juntamos las fuerzas y seguimos el camino. Porque la vida sigue.

Yo perdí muchas cosas, pero mi mayor perdida fue la de Pablo. Mi primer hijo.

¿Encontrarle algún sentido? ¿Un significado a aquello que perdimos?

Tal vez lleguemos a verlo en algún momento más adelante en ese viaje por el cambio involuntario. Si Pablo hubiera vivido, Julita no hubiera sido Juli.

Pienso también en mis amigos que murieron “jóvenes” y el dolor se reedita de solo conectar con ese momento.

El sentido, tal vez es pasado el tiempo hoy enfocar en los maravillosos momentos que compartimos, todo lo lindo, todo lo aprendido, que amar vale siempre la pena.

Pienso en el duelo de mis divorcios, y de ambos matrimonios lo mejor que me quedo fueron cinco maravillosos hijos. Hijos que no hubieran nacido de no haber elegido casarme con sus padres.

Volviendo al principio, me quedo con la sensación que nos inunda a los que acompañamos de afuera a los que duelan.

Estar para ellos es importante. Dejarlos tomarse el tiempo para conectarse con el dolor, debe dejar de darnos miedo.

Si tu vida dio un giro de 180, ya enderezaras el barco. Todos lo hacemos. Todo pasa, no solo lo que duele, también lo que nos entusiasma.

No te distraigas, en este caso más que nunca, es bueno estar conectados con nosotros mismos.

Norma Echavarría

4 de febrero 2023

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